y el debate de la izquierda.
(en la foto la izquierda de-bate)
En esta oportunidad les dejo un material de Claudio Katz (economista, profesor de la UBA, investigador del Conicet. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
Hoy los gobiernos latinoamericanos "progresistas" tienen la oportinidad (o la han tenido durante 5 años) de elegir entre dos modelos bien marcados: el socialismo o el neodesarrollismo, avanzar hacia un lugar o hacia otro los define y los diferencia, pero también los pone en evidencia. El artículo es de noviembre del 2006, pero tiene plena vigencia. ¿Hacia dónde van los gobiernos de "izquierda"? ¿La liberación nacional y social ya fue? ¿Y el socialismo?
Acá va un avance, al final les dejo un enlace para poder leerlo completo.
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Socialismo o neodesarrollismo
Dos estrategias se enfrentan en la discusión del socialismo del siglo XXI. La propuesta de promover crecientes transformaciones radicales choca con la postura de apuntalar previamente una etapa capitalista de neo-desarrollismo regional. El debate gira en torno al comienzo y no a la construcción plena del socialismo. En la región existen recursos para iniciar este giro y el dilema inmediato es quién usufructuará de la bonanza actual.
Postular que el socialismo puede ser iniciado en un período contemporáneo conduce a defender sin ocultamientos la identidad socialista. Favorecer en cambio una etapa neo-desarrollista induce al titubeo en la lucha contra el capitalismo. Para transitar por un camino en común con los industriales y los financistas hay que adoptar un comportamiento moderado, demostrar responsabilidad frente a los inversores y colocar todas las intenciones socialistas en un disimulado segundo plano.
El proyecto del socialismo del siglo XXI plantea también serios problemas a los teóricos que gustan estudiar los desequilibrios del capitalismo, sin preocuparse por avizorar algún camino hacia otra sociedad. El socialismo es un tema molesto para quiénes interpretan el mundo sin buscar cambiarlo, porque plantea problemas que sacuden su contemplativa mirada del universo circundante.
La ausencia de proyectos socialistas en la izquierda es mucho más nociva que cualquier desacierto en los diagnósticos del capitalismo contemporáneo. Por eso resulta indispensable retomar el uso del término socialismo, sin prevenciones, ni sustituciones. Este concepto no es un vago sinónimo de “lo social”. Alude concretamente a un sistema emancipado de la explotación y no a genéricos inconvenientes de cualquier agregación humana. No bastan las difusas referencias al “post-capitalismo” para esclarecer cómo debería construirse una sociedad futura. Hay que exponer programas alternativos.
Algunos analistas estiman que el socialismo no puede difundirse luego del colapso sufrido por la URSS. Consideran que la noción cayó en desuso y perdió prestigio. Pero el repentino resurgimiento del concepto en Latinoamérica debería inducirlos a reconsiderar el réquiem que ya han pronunciado.
Muchos términos sufrieron un manoseo semejante al padecido por el socialismo. La democracia ha soportado por ejemplo distorsiones equivalentes. Fue el estandarte de los peores atropellos imperialistas durante el último siglo y esta deformación no indujo a su reemplazo por ninguna otra palabra. Nadie ha postulado otro término para definir la soberanía popular, ya que para denotar ciertos fenómenos hay nociones irreemplazables.
La vigencia del socialismo debe ser evaluada con cierta perspectiva histórica porque que ha estado sometida a un vaivén semejante al sufrido por la democracia. La invención contemporánea de este último ideal se produjo en 1789, pero el principio de igualdad política solo conquistó autoridad en el curso de un largo período posterior. Al cabo de este tiempo fue aceptado como principio superador de las jerarquías medievales, que en el pasado eran identificadas con la propia existencia humana.
Con la invención del socialismo ocurrirá algo parecido. El debut de 1917 quedará como un gran precedente de la gesta humana por alcanzar la igualdad social y liberar al individuo de las cadenas del mercado. El comienzo del siglo XXI permite empezar a plasmar ambos objetivos...
El proyecto del socialismo del siglo XXI plantea también serios problemas a los teóricos que gustan estudiar los desequilibrios del capitalismo, sin preocuparse por avizorar algún camino hacia otra sociedad. El socialismo es un tema molesto para quiénes interpretan el mundo sin buscar cambiarlo, porque plantea problemas que sacuden su contemplativa mirada del universo circundante.
La ausencia de proyectos socialistas en la izquierda es mucho más nociva que cualquier desacierto en los diagnósticos del capitalismo contemporáneo. Por eso resulta indispensable retomar el uso del término socialismo, sin prevenciones, ni sustituciones. Este concepto no es un vago sinónimo de “lo social”. Alude concretamente a un sistema emancipado de la explotación y no a genéricos inconvenientes de cualquier agregación humana. No bastan las difusas referencias al “post-capitalismo” para esclarecer cómo debería construirse una sociedad futura. Hay que exponer programas alternativos.
Algunos analistas estiman que el socialismo no puede difundirse luego del colapso sufrido por la URSS. Consideran que la noción cayó en desuso y perdió prestigio. Pero el repentino resurgimiento del concepto en Latinoamérica debería inducirlos a reconsiderar el réquiem que ya han pronunciado.
Muchos términos sufrieron un manoseo semejante al padecido por el socialismo. La democracia ha soportado por ejemplo distorsiones equivalentes. Fue el estandarte de los peores atropellos imperialistas durante el último siglo y esta deformación no indujo a su reemplazo por ninguna otra palabra. Nadie ha postulado otro término para definir la soberanía popular, ya que para denotar ciertos fenómenos hay nociones irreemplazables.
La vigencia del socialismo debe ser evaluada con cierta perspectiva histórica porque que ha estado sometida a un vaivén semejante al sufrido por la democracia. La invención contemporánea de este último ideal se produjo en 1789, pero el principio de igualdad política solo conquistó autoridad en el curso de un largo período posterior. Al cabo de este tiempo fue aceptado como principio superador de las jerarquías medievales, que en el pasado eran identificadas con la propia existencia humana.
Con la invención del socialismo ocurrirá algo parecido. El debut de 1917 quedará como un gran precedente de la gesta humana por alcanzar la igualdad social y liberar al individuo de las cadenas del mercado. El comienzo del siglo XXI permite empezar a plasmar ambos objetivos...
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